El 14 de marzo del 2018, a la edad de 76 años, falleció el científico británico Stephen Hawking. Un personaje que no deja indiferente casi a nadie, debido a su gran influencia en el ámbito científico, mediático, y hasta religioso o más bien no religioso. Es innegable que el profesor Hawking, quien ocupó durante 30 años la Cátedra Lucasiana de Matemáticas en la Universidad de Cambridge, realizó aportes valiosos a la investigación y divulgación científica especialmente en las áreas de física teórica y cosmología, por ejemplo al proponer que los denominados agujeros negros en realidad no son completamente negros ya que según su propia teoría de la radiación, son capaces de emitir energía, perder materia e incluso desaparecer. Sin embargo, como bien conoce toda persona que estudia o practica alguna ciencia, para ser válidas las teorías se requieren evidencias; y contrario a lo que algunos esperaban, el Gran Colisionador de Hadrones inaugurado en el 2008 no pudo crear agujeros negros microscópicos ni probar las ideas de Hawking.
Otro aporte importante de Stephen Hawking fue fortalecer la idea de que hubo una gran explosión o big bang al principio de todo, y basándose en el concepto de singularidad, llegó a afirmar que si bien el espacio y el tiempo tuvieron un principio en el Big Bang, tendrían su fin en los agujeros negros. Quizá es por este motivo que mucha gente relaciona a Hawking con el planteamiento de la teoría del big bang, lo cual está muy alejado de la realidad. Tratando de ser justos con la historia de la ciencia y con los científicos involucrados en ella, se debe reconocer que las ideas fundamentales que hoy en día integran la teoría del big bang surgieron desde inicios del siglo XX con Albert Einstein, Georges Lemaître (reconocido actualmente como el padre de la teoría del átomo primigenio o del big bang), Edwin Hubble, Gueórgui Gámov, Arno Penzias y Robert Wilson, entre otros. Es decir, para 1965 año en que obtuvo su doctorado y comenzó a trabajar formalmente como investigador en el Gonville & Caius College, la teoría del big bang era bastante sólida y prácticamente ya había superado a la teoría del estado estacionario defendida por Fred Hoyle, quien pese a ello durante décadas logró difundir ampliamente ideas sin mayor sustento, valiéndose de los medios de comunicación que tenía a su disposición, algo que también supo aprovechar Stephen Hawking.
Finalmente, de forma similar a lo que intentó Einstein, Hawking se esforzó por desarrollar una teoría del todo, unificando entre otros aspectos la relatividad general con la teoría cuántica, tratando de demostrar que el inicio del universo estaría completamente determinado por las leyes de la ciencia y prometiendo sin éxito llegar a conocer la “mente de Dios”. Frente a lo cual, quizá tenga razón John Lennox, profesor de matemáticas de la Universidad de Oxford, quien a propósito del libro de Hawking titulado El gran diseño, recuerda la afirmación de Einstein: “fuera de su disciplina, el científico es un filósofo mediocre”.